La violencia sexual afecta tanto a hombres como mujeres, sin embargo, son las mujeres, las niñas y las adolescentes quienes son desproporcionadamente afectadas. El 76% de mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. De 25.695 exámenes medico legales realizados por hechos de violencia sexual en Colombia durante el año 2019 el 86,07% correspondieron a mujeres, mientras el 13,93% a los hombres. Esto significa que por cada hombre agredido sexualmente al menos 6 mujeres fueron víctimas de violencia sexual. Esto implica que en el año 2019 al menos una mujer fue agredida sexualmente cada 24 minutos.
Cuando se trata de menores de edad las cifras son igual de preocupantes, se reportaron 18.927 casos de violencia sexual contra niñas y adolescentes, lo cual significa que una fue víctima al menos cada 28 minutos. Sin embargo, vale recalcar que lo más probable es que estos números sean incluso más altos ya que en muchas instancias las víctimas no se atreven a denunciar por que los abusadores son miembros de su propia familia (en el caso de menores), o conyugues y parejas en el caso de mujeres. Dicha situación ha empeorado en época de pandemia puesto que muchas mujeres, adolescentes y niñas están encerradas con sus abusadores y esto limita sus oportunidades para buscar ayuda. Un estudio latinoamericano calculo que solo alrededor de un 5% de las victimas adultas de violencia sexual notificaron el incidente a la policía, esto puede ser por varias razones como: sistemas de apoyo inadecuados, temor a represalias, vergüenza, o temor a ser culpadas.
Fue además revelado por el senado que cuando se trata de violencia sexual contra menores, la Fuerza Pública también ha cometido estos abusos. Actualmente existen 118 procesos contra miembros del Ejército Nacional y 42 procesos donde están implicados miembros de la Policía Nacional y de la Armada. Es evidente que esto influye en el bajo porcentaje de victimas que denuncian ¿por qué alguien denunciaría si ni siquiera se puede confiar en aquellos que se supone están ahí para protegernos? ¿Si incluso varios de ellos son los perpetradores de esta violencia?
A esto se le suma el victim blaming o victimización secundaria que está profundamente arraigada en nuestra sociedad machista, particularmente en los medios. Esta victimización comprende desde la mala atención que recibe la víctima por parte del estado, hasta los daños psicosociales que esta recibe. Es sistemático, normaliza y facilita el acoso y abusos, y otros tipos de violencia de género, pues el agresor es liberado de toda la responsabilidad y en el ideario social se manda el mensaje de que “se puede hacer lo que uno quiera, pues la culpa también recaerá sobre la víctima”. Esto hace que las víctimas de esta violencia duden en denunciar por miedo a vergüenza de ser responsabilizadas. La cultura del victim blaming no solo normaliza la violencia de género, al hacerlo fuerza a muchas mujeres a sufrir aisladas y en silencio.

En la práctica todos hemos escuchado ejemplos de una u otra manera, como por ejemplo cuando en los medios les parece relevante juzgar el estilo de vida de una víctima a la cual le gustaba rumbear, o mencionar que la mujer estaba borracha o drogada cuando ocurrió el acto violento, mencionar que la víctima estaba sola o en un lugar que no debería, insinuar que la víctima “provoco” al agresor de alguna manera, como en un caso que resuena mucho en Colombia, donde el dueño de uno de los restaurantes más populares respondió a una violación ocurrida en su establecimiento responsabilizando a la víctima por haber estado usando una minifalda en el momento en el que fue agredida. Es vital aclarar que, en los casos de violencia sexual, sin importar las circunstancias, nunca es culpa de la víctima. Debería ser evidente que en estas situaciones solo hay un responsable. El agresor no merece una explicación cuyo propósito sea justificar sus actos mediante un proceso que busca responsabilizar a la víctima y por ende restarle responsabilidad al victimario.
Se suele restar quitar importancia a ciertos tipos de violencia sexual porque en su mayoría no dejan secuelas físicas visibles, como lo hacen otros tipos de violencias. Sin embargo, las consecuencias en la salud que causa la violencia sexual son extremadamente serias y se deberían tratar como tal. En la salud reproductiva, puede traer consecuencias como fistulas traumáticas, embarazos no deseados que pueden llevar a abortos inseguros, e infecciones de transmisión sexual tal como el VIH. En la salud mental, las consecuencias pueden incluir depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y trastornos de pánico. Estas consecuencias pueden traer desenlaces fatales como lo son la muerte por suicidio, por complicaciones en el embarazo o en un aborto inseguro, por asesinato durante el ataque o incluso el infanticidio de un bebe nacido como consecuencia de una violación.
Es claro que la violencia sexual es un acto grave que atenta contra la integridad de los individuos y minimizar su importancia en una sociedad donde se normalizan estas actitudes y donde se suele culpar a las víctimas, no significa que sus consecuencias dejen de ser extremadamente perjudiciales para las víctimas. ¿Pero que podemos hacer a nivel individual para rechazar la violencia sexual y luchas contra su normalización?
Es importante tratar de visibilizar a las víctimas, tratar de compartir nuestras experiencias y alzar nuestras voces como se ha hecho en iniciativas como la campaña #MeToo, #VivasNosQueremos, #NiUnaMenos y #NiUnaMás. Estas iniciativas son vitales porque además de visibilizar la situación hace que las víctimas no sientan vergüenza, no se sientan solas. La educación y la sociedad enseñan a las mujeres a sentir vergüenza, cuando el único quien debería sentir vergüenza en el agresor. Además de esto es necesario que rechacemos públicamente la violencia sexual cuando la veamos ya sea en una rumba, una reunión con amigos, en nuestro ambiente laboral etc. Es un llamado a la solidaridad con las víctimas y a ofrecer ayuda cuando sea posible, no podemos ver que alguien está siendo victimizado y quedarnos de brazos cruzados. Es importante también fomentar conversaciones respecto al consentimiento y a la integridad física en los niños y adolescentes, idealmente desde el colegio. Como también repensarnos los discursos sobre las masculinidades. Adicionalmente, si hay una situación de gravedad y si tú o alguien que conoces está en riesgo de ser o es víctima de violencia sexual, es necesario buscar ayuda lo más pronto posible, dejare recursos con más información para este propósito a continuación:
*Línea Purpura -Secretaria Distrital de la Mujer
*Línea 141 -Instituto Colombiano de Bienestar Familiar-ICBF
*Ruta de Atención Integral para Víctimas de Violencia de Genero –Minsalud
Bibliografía
- Burke, T. (s.f.). me too. Obtenido de me too: https://metoomvmt.org/the-work/
- Cáceres, R. (13 de Agosto de 2020). Siguen aumentando los casos de violencia sexual e intrafamiliar contra menores y mujeres, en la pandemia. Bogotá.
- Maroto, S. (2017). ‘LA CULTURA DE LA NORMALIZACIÓN’ O CÓMO MENOSPRECIAR LA VIOLENCIA SEXUAL La violencia machista no siempre encuentra el eco ni el enfoque que merece y queda invisibilizada. «La cultura de lo normal» está enraizada en todas las sociedades. ethic .
- Mujer, C. S. (2020). En tiempos de pandemia tampoco es hora de callar las violencias contra las mujeres. Sisma Mujer
- Pradas, C. (2018). ¿Qué es el Victim Blaming? Pikara Magazine.
- Pulzo. (2019). “Me volvieron mier**”: dueño de Andrés Carne de Res por su frase sobre minifaldas en 2013. Pulzo.
- Salud, O. M. (2013). Comprender y abordar la violencia contra las mujeres: Violencia sexual. Organización Mundial de la Salud.
Autora: Sofía Posada Bernal. Magister en criminología y psicóloga criminal de la Universidad de Greenwich en Londres, Reino Unido.
Leave a Comment