
Cuando el antropólogo colombiano Luis Guillermo Vasco, en compañía de Abelino Dagua y Miguel Aranda, escriben en su texto más reconocido que “la historia implica un discurrir que no es lineal, pero tampoco circular. Es como una espiral en tres dimensiones, cuyo centro está en lo alto; los guambianos decimos que es un caracol” (Vasco, Dagua, & Aranda, 1998), generan una analogía precisa para entender la violencia, especialmente una violencia con la que convivimos cotidianamente, y es la violencia en la familia.
En muchos grupos de discusión sobre los distintos tipos de violencia que se generan día a día suele concebirse a estas manifestaciones como un fenómeno circular en el que la violencia genera más violencia y se trata de un círculo que se repite continuamente. Sin embargo, valdría la pena analizar la manera en que la violencia, particularmente en entornos familiares, puede convertirse en una espiral que va aumentando continuamente su tamaño, y en este caso, que trasciende límites establecidos en el comportamiento de sus víctimas y victimarios. En otras palabras, este escrito busca hacer una invitación a analizar la violencia intrafamiliar como el punto de partida de espirales violentas cada vez más amplias y cuyos límites no son estáticos, sino maleables o líquidos en términos de Bauman (2003).
Para explicar esta idea vale la pena utilizar una situación particular en la que la violencia no solo reproduce comportamientos violentos, sino que genera un desplazamiento en los límites impuestos social y personalmente. Cuando una persona genera comportamientos controladores sobre la economía de su pareja a través de acciones como controlar su flujo de capital o los gastos que realiza, y no percibe una reacción por parte de quien es controlado, el controlador comienza a mover sus límites de accionar, genera libertad para reproducir su comportamiento y es posible que se reproduzcan más conductas violentas, no sólo en términos económicos, sino psicológicos y físicos(Almeras, 2002).
Ahora bien, es evidente que las distintas manifestaciones de violencia no tienen una consecuencia lineal o un orden especifico, sino que se trata de un universo de posibilidades amplio en el que los implicados no tienen un papel único, sino que pueden ser víctimas y victimarios al mismo tiempo; esto quiere decir que en muchas ocasiones los efectos que tienen las acciones violentas sobre uno de los padres (por ejemplo) suele generar efectos en la relación con los hijos que pueden ser víctimas de violencia por parte de aquel maltratado, y que puede expresar estos comportamientos en espacios educativos u otros.
Esta dinámica sigue ilustrando la forma en que una expresión de violencia puede convertirse en el epicentro de un movimiento en serie en el que los límites van moviéndose constantemente y pueden verse involucrados miembros de familias y sistemas familiares completos que no tienen una relación directa con el actor reproductor de la violencia. En cierta medida, se puede pensar que la violencia al interior de la familia es comparable con un movimiento telúrico en el que la onda de la violencia trasciende los límites de intimidad.
Al visualizar este panorama, es apenas comprensible notar un aumento sostenido en los episodios violentos al interior de escuelas y familias en un ambiente social que se ha convertido en un verdadero campo de batalla (Bourdieu, 1997) y el cual, a través de las redes sociales, ha invadido todos los espacios de la vida. Fenómenos como el cyber bullying, ha hecho que se desdibujen los límites en los que los comportamientos violentos pueden llegar a lugares que durante la infancia, de quienes ahora somos adultos, eran concebidos como seguros, o que las conductas violentas que en otros momentos estaban limitadas a espacios como la escuela o el trabajo, hayan llegado a apoderarse de espacios como las redes sociales y los grupos de WhatsApp, en donde las tensiones entre uno o varios sujetos proyectan un alcance mayor, pues todos estos espacios son accesibles desde cualquier lugar y momento por una cantidad importante de personas (Han, 2012)..
Si bien, la violencia familiar parece tener unas barreras claras y estar confinada a un espacio particular, es fundamental entender la forma en que esta se alimenta de situaciones tensionantes y violentas, en las que los miembros de las familias se desenvuelven en la cotidianidad. Se trata de un fenómeno que se conecta constantemente con los distintos contextos, puesto que la existencia de estos comportamientos genera efectos sobre cualquiera de nosotros, y esta violencia, a su vez, genera tensiones con quienes nos rodean.
Reflexiones finales
Es por todo lo anterior que vale la pena visualizar la violencia como un fenómeno que no tiene efectos lineales o circulares, sino que es mejor representado por la espiral, puesto que diagrama la forma en que un episodio, en cualquiera de los espacios en que nos desenvolvemos en la cotidianidad, trasciende todos los espacios de la vida. En algunos casos puede llegar a convertirse en el eje articulador de nuestras vidas e impactar la vida de otros. Por ello, es inconcebible entender a los miembros de las familias como islas independientes, sino como parte de un sistema articulado en el que un movimiento genera replicas en los demás miembros de la familia.
Más allá de los géneros, grupo etario o raza de las personas, la violencia es una red en la que todos somos protagonistas y podemos evitar la reproducción de estos comportamientos. Es claro que poner fin a las ondas que producen las practicas violentas no es un acto que se pueda realizar de manera espontánea, pero si se trata de un esfuerzo común y articulado, que puede generar herramientas solidarias para enfrentar los efectos que tiene la violencia directa e indirecta en la comunidad.
Autor: Héctor Vargas, antropólogo egresado de la Universidad Externado de Colombia, candidato a master en estudios de familia en la misma universidad. Especialista en análisis económicos familiares y de sus contextos. Asesor en el grupo de patrimonio en el ICAHN e investigador en la Fundación CIDEEM.
Bibliogafía
- Almeras, D. (2002). Violencia contra la mujer en relacion de pareja: America Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL.
- Bauman, Z. (2003). Amor liquido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Economica.
- Bourdieu, P. (1997). Razones practicas. Ciudad de Mexico: Letra E.
- Han, B.-C. (2012). La Sociedad del Cansancio. Barcelona: Herder Editorial.
- Vasco, L., Dagua, A., & Aranda, M. (1998). Coleccion historia y tradicion guambianas. Bogota: Fondo de Promocion de la Cultura del Banco Popular.
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